Un bombón de frambuesa, así sos: rígido y elegante por fuera, cubierto de chocolate -a veces amargo, a veces muy blanco-, con leche si es para acompañar el café: irresistible en cualquiera de sus versiones. Resistente a las altas temperaturas. Una delicia para degustar antes de irse a dormir. El tamaño justo para deshacerse en mi boca. Una amenaza para el hígado (y el corazón) si se ingiere en cantidades industriales. La tentación de inducirse el empacho más dulce. Con un misterioso relleno, reservado para unos pocos afortunados: intenso, colorido, sensible y terriblemente adictivo.
2 comentarios:
mi amor-glotón no aguanta nueve pisos, se come el corazón de chocolate en el ascensor.
mmm... ascensor, comer, chocolateeeee... mmmmm.
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