domingo, 21 de febrero de 2010

Al menos no era una argentina

Cine de cabildo a las 5 de la tarde de un sábado lluvioso está bien. Eramos las únicas dos cabezas no canosas de la cola. Y siempre hay un inoportuno: "yo hace 52 años que estoy casado...". Lo suyo es para el guiness, señor. Sí. Con los cines de los grandes complejos me pasa lo mismo que con los grandes shoppings. Al momento de elegir una sala se me da por lugares más viejos, menos concurridos y termino en cabildo, o en alguna perdida por el centro. Después, cuando estoy adentro, sentada derechísima, advirtiendo la ausencia del kiosquero-pochoclero ambulante, extraño el confort de Recoleta, ponele. Idem con el solar de la abadía versus el Unicenter. En fin. Los hombres que no amaban a las mujeres (y aclaro de antemano que no leí el libro de Larsson ni lo leeré, porque no soy amiga de la literatura policial) es fuertísima. Violenta, sádica, intrigante. La protagonista se come la peli. Una mezcla de emo, darkie y marilyn manson. Tampoco es LA peli del año. Es buena y ya. Igual, para mí le sobra la última escena. Se va de registro. Es obvia, esperable e innecesaria. Ahora que lo pienso termina igual Goldeneye 007! Estoy sorprendida: de repente soy Cata Dlugi.

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