Es el llamado de cuando te meten preso, de cuando te accidentas, de la última pregunta de los concursos que se definen por teléfono, cuando llamas a ese alguien que sabés que sabe la respuesta. Un llamado, una persona. Una única chance de salvarse. Una esperanza. Un motivo para no quedarnos solos. Para no morirnos. Un llamado que, de cualquier manera, es vergonzoso y triste.
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