Pido chinito. Al mediodía. Como no tengo apetito (al ser la primera vez que lo digo acá suena como una novedad) aprovecho y me sumo al pedido oficinístico masivo. Chaw mien con carne. Escucho cómo se esfuerza mi amiga por hacer el pedido. Repite tres veces arrolladitos primavera y la dirección. Seguí es la calle, no quería decirle que siguiera anotando. 2426. Cuarto piso, sí. A nombre de Guadalupe. Espero cuarenta y cinco minutos. Llega semi frío y hay cola en el sector microondas. Abro el paquete y hay chaw fan. No tengo ganas de comer aloz, protesto, pero igual me lo sirvo. A esta altura ya está frío del todo. En la mesa hay dos compañeras y un compañero (aunque debería decir simplemente un joven, o un flaco, porque entre él y yo hay de todo menos compañerismo). La charla no fluye. Primera cucharada (sí, como el aloz con cuchara) No tiene gusto. ¿esto tiene vegetales? ¿y carne? Pruebo con la sal: la agarro, la golpeo un poco contra la mesa para que se despabile y me dispongo a echarla en forma de lluvia sobre mi plato. No hay nada demasiado poético en este gesto. Lo sé. Pero escuchen. En ese mismísimo momento sucede algo que confirma que (como sospechaba) no estamos debajo de un chaparrón sino de un diluvio: la tapa toma coraje y decide divorciarse del resto del envase, dejando caer todo (pero todo) el contenido sobre mi no querido Chaw Fan. Y después quieren que me convenza de que soy afortunada.
3 comentarios:
Panadería Mondragón de boulevard Cerviño resuelve todo todo todo todo mal, se lo juro
En mi trabajo hoy me quemé con agua por culpa también de una tapa divorciada. Parece que la lluvia propicia rupturas.
en boca de mi madre:
"Querida, cuándo está de culo, seguro llueven jeringas"
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