lunes, 14 de marzo de 2011

La vidriera del sufrimiento masculino

Acabo de terminar Los Enamorados, de Alfred Hayes. Además de disfrutar cada oración, cada párrafo, cada página (por lo bien escrita que está, por lo cruda y conmovedora que es su prosa), me dio placer, debo confesarlo, leer sufrir a un hombre. Te da como una esperanza, una sensación de alivio, de paridad, aunque no sea del todo real. Ellos, cuando son abandonados, tampoco duermen. Ellos también creen ver al amor de su vida en el rostro de cualquier mujer. Ellos, cuando están solos, también tienen miedo. Ellos también extrañan. Pero ellos, a pesar de todo, a pesar de reconocer que amaron e imaginarse feliz al lado de tal o cual mujer son (no en todos los casos pero casi) cobardes, no se animan a confesar lo que sienten. No se animan a decirlo ni aún sabiendo que pueden volver a perderla. Y cuando sucede eso, cuando se quedan solos por no haber hablado o porque habló ella y dijo no va más, hacen el duelo, aceptan la situación con una mínima dósis de dramatismo, y se convencen de que, en realidad, no necesitan a ninguna mujer.

PD: Lo gracioso (ahora que lo pienso la palabra es predecible) es que subrayamos las mismas partes.

1 comentario:

Marina Agra dijo...

Lo tomo como una recomendación!

besos, perlus!