domingo, 27 de marzo de 2011

Nacidos entre el '75 y el '82

Hoy, en el cumpleaños número noventa y uno de la abuela (yo se los anticipé: esta vieja nos va a enterrar a todos) nos dimos cuenta (quiero decir: los primos nos dimos cuenta) de que estábamos grandes porque el promedio de edad de la "mesa de los chicos" (esa que en las reuniones familiares siempre se añade a la principal, a la de los adultos, muy posiblemente en forma perpendicular, haciendo de patita corta de la T mesística) era de treinta y dos años. Criaturas de treinta y dos para arriba y mesa de chicos no combina mucho. Lo que había hoy (más allá de lo jóvenes que nos sentimos y lo infantiles que somos) eran dos mesas de (por ahora llamémoslo así) distintas clasificaciones de adultos, por supuesto, dispuestas en forma de T: una de adultos asumidos y otra de adultos a punto de. Digo a punto porque cuando compartí esta reflexión con los otros integrantes de la mesa de los no-chicos, mi hermana dijo: tenemos que renovarnos, tienen que venir nuevos chicos (juro que lo dijo textual, nuevos chicos) a la familia.

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