Al final diciembre es un mes del orto. Las familias se pelean por ver con quién pasan las fiestas. Se mete tu vieja, la vieja de tu novio, los hermanos, las consuegras, las abuelas y los primos lejanos. Y cuando se ponen de acuerdo en eso, discuten sobre el lugar. Y cuando acuerdan el lugar, discuten por la comida. Y, en algunos casos, también por los regalos. Hay familias que hacen un sorteo para ver quién le regala a quién y así evitar comprar ciento cincuenta regalos. Es una decisión democrática, claro, pero de las menos genuinas y espontáneas del mundo. Si en mi familia se aplicara ese sistema, con la suerte que suelo tener en los sorteos, estoy segura de que a mí me tocaría recibir la bombacha rosa de esa tía que sólo veo en las fiestas.
Hace muchos años que papá noel no viene a mi casa: en mi familia no hay niños. La última que lo vi, en realidad me vi a mí misma porque yo era papá noel. Fue divertido. Tenía trece años, pesaba treinta kilos y se me filtraba la goma espuma por dentro del disfraz, y de la falsa panza pasaba al pantalón. Era un papá noel semi desnutrido y con urticaria porque la goma espuma me picaba y no podía dejar de rascarme. Me acuerdo de mis tías abuelas que por esa época estaban vivas. La mejor parte de la noche era después del brindis, cuando Chochota no podía contener sus eructos y se rajaba unos monumentales, entre las nueces y el pan dulce. Esas eran fiestas.
3 comentarios:
Por lo menos no terminó como una fiesta que recuerdo, a mis trece años, con mi papá peleando con una vecina y escupiéndole la cara... Eso sí que es patético! Feliz cavidad.
no te sale este tono
Que tono?
A una anecdota no se le imposta ningun tono.igual gracias pero de tonos yo hablo unicamente en el taller, con textos que ameritan ser evaluados y criticados, no en el blog, con estas cinco lineas pedorras de navidad que escribi.
Beso!
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