miércoles, 13 de octubre de 2010

El lujo es vulgaridad

En realidad, el hotel cinco estrellas es una casona antigua devenida en hotel de lujo, dicen que quisieron mantener la fachada por su estilo colonial. Pero el estilo colonial se pierde apenas cruzas la puerta de entrada que, dicho sea de paso, es igualita a la de los bancos. Automática, en forma de cápsula y con poca reacción. Más tarde, una par colombiana (lectores sensibles, no se ofendan. Par colombiana: dícese de encargada de relaciones públicas nacida en Colombia) nos invita a un recorrido que anuncia con palabras como lujo y sorpresa "Hay grandes ventanales porque quisimos mantener la luz natural" Sin embargo, no hace falta tener anteojos como yo para darse cuenta de que aquí dentro no hay nada natural, la luz que entra por las ventanas se confunde con los destellos de luz multicolor (cuando no intermitentes) que salen del casino y encandilan a cualquier transeúnte, con los reflejos decolorados de todas las brasileras (idem aclaración nacionalidad anterior) que están hospedadas aquí y las sonrisas colgate de todos y cada uno de los que te atienden. Tanta sonrisa, tanta luz, tanto brillo me dan ganas de llorar. Me dan ganas de preguntarles si son felices. Si vienen al trabajo cuando alguien los desilusionó. ¿sonríen igual? la piscina es la soledad absoluta. Dicen que el hotel está ocupado en un 90% pero les prometo que en los pasillos no me crucé con una sola persona. No hay ruidos. La gente no ve tele, no hace el amor, no discute, no nada. Eso sí: baja al lobby con su bata blanca, va hacia el spa y se deja masajear por una señorita muy amable que recuerda tu nombre durante toda la sesión. ¿dónde está el lujo? No me van a decir que las columnas están fileteadas con oro. ¿cuál es la sorpresa? Ah, claro. La Su Gimenez se hospeda acá cuando viene. Entiendo. Un lujo estar en el mismo piso que la Su. qué honor de la concha de la lora. Ahora sí. Te vengo todos los veranos.
La sorpresa es que a mí me falta el aire.
Me da verguenza que me atiendan tanto. No me gusta que me traten de usted ni que me sonrían todo el día. Prefiero quedarme en el campo con Don troilo que a sus 87 está jubilado y quiere seguir trabajando porque en su casa se aburre. Comer milanesa en una casa de familia y que me cuenten todo: lo lindo y lo feo. que, en lo posible, los padres (o los abuelos) discutan un poco. que se revoleen el repasador y alguno diga "acabala, viejo". Prefiero que alguien eructe en la mesa. que no sepa por qué cubierto empezar a comer. Mejor dicho: una mesa con mantel a cuadros rojo y blanco, y un cuchillo y un tenedor. Punto. que cada comensal oficie de sommelier: que cierre los ojos y diga qué huele, qué siente, qué se imagina, a qué le tiene miedo. Andar a caballo sin raza y sin montura. Darle los huesitos a los perros callejeros. Felicidad una estrella, eso quiero.

3 comentarios:

JBL dijo...

Impecable. Te linkeo, permiso.

Anónimo dijo...

Me encanto.

Besos!!

Anónimo dijo...

A mi tabien me gusto mucho esto.
y ya que estamos.. tengo que viajar por negocios y quiero gastar poco!! conocen hoteles baratos en las vegas como para recomendarme? nunca he ido