martes, 30 de noviembre de 2010

Ahogo

No se lo preguntó nunca porque ella cree que esas cosas no se preguntan. Un poco por temor a la respuesta, otro poco porque cree en la palabra y sabe que esas cosas se dicen o no se dicen pero no se preguntan. No es de las mujeres que le preguntan a sus maridos si están lindas pero sí de las que desconfían cuando no escuchan eso de la boca del hombre amado. Si a ella se lo preguntaran, piensa, si él se lo preguntara, tal vez diría que sí. A pesar de eso, tampoco lo dice. Puede responderlo pero no decirlo. Y cada noche, cuando se acuestan juntos, piensa que está perdiendo una nueva oportunidad y toma aire, parece estar convencida, parece que va a hablar pero calla. Eso le provoca un leve ahogo que casi siempre se lo atribuye a su asma. Y después de eso se da vuelta, apaga el velador, dice buenas noches dulces sueños y cierra los ojos. Anoche fue distinto. Ella se acostó con él después de haberlo engañado y no tomó aire ni se ahogó ni lo saludó como siempre. Le preguntó: ¿me amas?

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