martes, 5 de agosto de 2014

Mientras oscurece

Te besaría.
Si no hubiese tanta gente a nuestro alrededor, te besaría.


No debo haber escuchado bien, piensa.
Pero sí. Sabe que sí, que escuchó bien. 
La voz firme, la voz baja, la voz cerca, la voz prohibida.
No pudo contestar.
La vergüenza. La timidez. El límite. 

Sobre todo el miedo.


Habré escuchado bien?
Seguro que no. Lo debo haber inventado.

Un invento no es un deseo oculto. No siempre. 

Un invento no es un deseo oculto. No siempre. 
Un invento no es un deseo oculto. No siempre. 
Un invento no es un deseo oculto. No siempre. 
Un invento no es un deseo oculto. No siempre. 


No esta vez. Esta vez un invento es un invento.
No hay eufemismos. Un invento a secas.
Algo que le pareció que él pronunciaba pero no.
algo que ella hubiese deseado escuchar pero no.
Seguro que no fue nada.


Un invento, un desvarío, una frase ficticia que le alcanzó para buscar las respuestas que no logra darse, una versión que pueda convencerla, en realidad, engañarla; un discurso que la ayude a alejarse de eso que está sintiendo, que la obligue a reaccionar, a despegarse, a hablar, a huir, mientras el cielo oscurece, no responde, no replica, no cuestiona, oscurece violáceo sin tabúes y sigue pensando, repitiendo, preguntando, olvidando. Cientos de kilómetros así hasta que por fin es de noche y todo parece haber quedado atrás.

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