hace mucho tiempo que no escribo. Han pasado meses sin que yo viviera, y voy durando, entre la oficina y la fisiología, en un estancamiento íntimo, sin pensar ni sentir. Esto, desgraciadamente, es algo que no reposa: en la podredumbre hay fermentación.
Hace mucho tiempo que no sólo no escribo, si no que ni siquiera existo. Creo que apenas sueño. Las calles no son sino calles para mí. Hago el trabajo de la oficina sólo con conciencia de que lo hago, pero no diría sin distraerme, por detrás de esa conciencia estoy, no meditando sino durmiendo, otro siempre.
Hace mucho tiempo que no existo. Estoy tranquilísimo. Nadie me distingue de quién soy. Recién me sentí respirar como si hubiese practicado algo nuevo, o recuperado algo remoto. Empiezo a tener conciencia de tener conciencia. Tal vez mañana despierte a mí mismo y reanude el curso de mi existencia propia. No sé si, con eso, seré más feliz o menos feliz. No sé nada. Alzo mi cabeza de caminante y veo que, sobre la cuesta del Castillo, el poniente arde opuesto en decenas de ventanas, en una reverberación alta de fuego río. Alrededor de esos ojos de llama dura, la cuesta entera es un terso final del día. Puedo, al menos, sentirme triste y tener la conciencia de que, con mi tristeza, se cruzaron ahora -vistos con el oído- el sonido súbito del tranvía que pasa, la voz casual de los conversadores jóvenes, el susurro olvidado de la ciudad viva.
Hace mucho tiempo que no soy yo.
Fernando Pessoa, Libro del desasosiego.
4 comentarios:
Adhiero a Pessoa.
so do i, marins.
volvieron los divagues! Bienvenidos ellos!
Pessoa tiene ese que se yo, viste?. besos Tor
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